Una franja de tierra de 3 mil 200 kilómetros separa a México y Estados Unidos. Es una línea que divide la esperanza de una mejor vida, de un futuro mejor de millones de latinoamericanos que viven en la pobreza. Pero al llegar, se estrella con un muro la esperanza migrante.
No es el muro de Trump, porque él no ha construido ni un centímetro, esa es labor de gobiernos anteriores, pero cruzar esa línea es el objetivo, aunque se tenga que arriesgar la vida propia y la de la familia.
Lo más que ha logrado Donald Trump es renovar y reparar algunos tramos de vallas y muros existentes. Su gran obstáculo es el dinero.
El mandatario estadounidense pidió hace algunos días 5 mil 700 millones de dólares para erigir una barrera de acero en la frontera con México, argumentando una “creciente crisis” migratoria, en un momento en que el gobierno está en cierre parcial desde el 22 de diciembre.
Cierre que se mantiene debido a que los demócratas no han querido darle los recursos que quiere para su muro y lo que ha provocado la parálisis de 800 mil funcionarios federales y cada semana sin resolución cuesta mil 200 millones de dólares, según la consultora Standard & Poor´s.
Donald Trump culpa a los migrantes de todos los males de Estados Unidos, pero en realidad contribuyen a la economía, comparten cultura y crean una diversidad que en mayor parte beneficia a los locales, aseguran académicos, porque la humanidad es migrante por naturaleza.
La historia del hombre está marcada por la migración, siempre en busca de mayores oportunidades, de mejores opciones de vida, incluso Estados Unidos es una nación creada y forjada por migrantes, pero parece que eso se les olvida a los políticos que los persiguen, criminalizan y castigan.
Racismo estadounidense
La llegada de Donald Trump a la presidencia estadounidense impulsó el racismo, no sólo en su país, parece que la situación se recrudece en Europa, América y Asia.
Aunque Estados Unidos puso fin a las leyes de esclavitud y segregación, poco se ha hecho para cambiar la mentalidad de muchas personas, formada a partir de las nociones racistas sobre las que se asentaban esas estructuras.
Las escenas de negros encarcelados o latinos golpeados y deportados son cada día más comunes, algo
que no parece importar a las caravanas de migrantes que cruzan México para llegar a Estados Unidos.
Pero los mismos latinos que viven en la Unión Americana advierten que cumplir el sueño americano es muy
difícil. El 21 por ciento considera que ni trabajando muy duro pueden conseguirlo.
Cruzar la línea fronteriza y llegar a Estados Unidos es la esperanza de vida de millones, pero la mayoría de
los sueños se estrellan en un muro que se ha convertido en el sepulcro de esperanzas, sueños y vidas de
migrantes.